jueves, 21 de enero de 2010

INVICTUS (2009)


INVICTUS (2009)

Dirección: Clint Eastwood
Guión: Anthony Peckham (basado en la novela “El factor humano” de John Carlin)
Intérpretes: Morgan Freeman, Matt Damon, Tony Kgoroge, Patrick Mofokeng, Matt Stern, Julian Lewis Jones, Adjoa Andoh
Fotografía: Tom Stern
Música: Kyle Eastwood, Michael Stevens
Duración: 133 min.

Invictus es el término latino para “invencible” y ¿podría haber un proyecto más invicto en el podio de las mejores películas de la temporada que una producción sobre la astuta estrategia de la que se sirvió Nelson Mandela para ir fortaleciendo la superación del appartheid en Sudáfrica mediante su apoyo incondicional a los Springboks (equipo nacional de rugby) logrando éste con su triunfo en el Campeonato Mundial de Rugby de 1995 un paso importante en el largo camino hacia la reconciliación de razas, dirigida por Clint Eastwood y con Morgan Freeman en el rol del lider sudafricano? Antes de ver el resultado, poco riesgo parecía existir al responder tal interrogante con una negativa. Sin embargo, la delgada línea que separa lo que “debería haber sido” de lo que “es” puede quedar trazada en el lugar más insospechado y deparar algunas sorpresas.

En el panorama cinematográfico actual el nombre de Clint Eastwood se ha convertido en sinónimo de acendrado clasicismo por mor de una trayectoria como director de cine prácticamente intachable, digna heredera de los grandes artesanos del Hollywood dorado. Característica inherente de su método de dirección es la soberbia fluidez que impregna su modo de narrar una historia, haciendo de la sobriedad el punto cardinal hacia el que siempre consigue orientarla. “Invictus” no constituye una excepción y es gracias a la mano de hierro de este veterano de la industria del entretenimiento que un tema de gran calado político-social como el tratado en el film no queda engullido por su propia importancia. Pocos planos sobran en este buen film (particularmente en la larga secuencia del partido final) que ofrece bastantes claves para entender una parte de la política de Mandela y nos da la oportunidad de calibrar el clima de tensión racial de una época no tan lejana mediante interesantes apuntes cinematográficos.

“Invictus” entretiene retratando de forma extremadamente mesurada acontecimientos históricos de honda repercusión colectiva y nos regala una egregia composición dramática a cargo de Morgan Freeman que habita a Nelson Mandela con profundísima comprensión y destilando idéntica grandeza interior (no en vano el lider sudafricano había declarado que Freeman era el único actor del mundo a quien veía interpretándolo).

¿Dónde radica pues el “porqué” que obstaculiza la consideración de “Invictus” como una obra mayor dentro de la filmografía de Clint Eastwood? Causa fundamental de ello toma cuerpo en un guión que deja numerosos cabos sueltos con respecto a la profusa información de la novela de John Carlin y que trivializa algunos de los datos que sí toma prestados de la misma. Reflejo de tal descompensación puede observarse en la imprecisión con la que aparece dibujada en el film la también muy importante figura de François Piennar (Matt Damon), capitán de los Springboks y aliado circunstancial de Mandela. Asimismo, existe en el guión un cierto distanciamiento de la interacción humana de los personajes (no sólo entre Piennar y Mandela, sino también entre el equipo de jugadores de rugby) que, sorprendentemente, Eastwood no consigue superar.

“Invictus” se nos presenta como clara constatación de que ni un director de la categoría de Eastwood es capaz de acertar siempre pudiendo quedarse a medio camino de la notabilidad de su arte. En resumen, que ni Clint “Harry, el sucio” Eastwood es infalible... Aunque ya quisieran muchos llegar siquiera a rozar la altura de sus obras menores.

miércoles, 20 de enero de 2010

NINE (2009)


NINE (2009)

Dirección: Rob Marshall
Guión: Michael Tolkin & Anthony Minghella (basado en el musical “Nine” con libreto de Mario Fratti y Arthur Kopit y partitura de Maury Yeston)
Intérpretes: Daniel Day-Lewis, Marion Cotillard, Penélope Cruz, Judi Dench, Fergie, Kate Hudson, Nicole Kidman, Sophia Loren
Fotografía: Dion Beede
Duración: 118 min.

La dirección cinematográfica consiste principalmente en armonizar cuantos elementos participan en la edificación de un proyecto y hacer que todos ellos se constituyan en manifestación externa de la implícita melodía que habita en la historia que se filma. Si además de guiar con autoridad los acordes que construyen dicha pieza visual, el director dota a la misma de su particular sello creativo el resultado entrará sin duda alguna en el exclusivo territorio de la excelencia.

Tras una prestigiosa carrera como director y coreógrafo en Broadway, Rob Marshall se inició en la aventura del cine con la resplandeciente adaptación que hizo para el medio del mítico musical de Kander & Ebb (con libreto de Bob Fosse y de Ebb) “Chicago” (2002). A partir de ahí su brevísima trayectoria cinematográfica se ha saldado con dos nuevas joyas: “Memorias de una geisha” (2005) y este “Nine” cuyos referentes han de buscarse en aquel “Fellini 8 1/2” (1963) del que Mario Fratti, Arthur Kopit y Maury Yeston hicieron en su día una muy personal conversión a teatro musical. Estos tres filmes de Marshall rezuman un exquisito estilo pródigo en exuberancia rítmica y detallada imaginería, en el que cada secuencia no sólo logra integrarse en una perfecta concatenación audiovisual sino que se erige en sí misma como pequeña obra de arte. Es la de Rob Marshall una personalidad artística forjada al amparo del legendario estilo Fosse de quien se le considera sucesor natural (sobre las tablas y en la gran pantalla) aunque no imitador porque es desde la estructura conceptual del maestro desde donde evolucionan sus pasos creativos sin adocenarse en el burdo plagio.

El dominio que el director de “Nine” posee para equilibrar las cadencias interna y externa de las historias que filma aquilata prodigiosamente los engranajes de musicales que como éste y como “Chicago” se hayan estructurados a dos niveles de lectura: el de la realidad y el de la representación de los pensamientos de los personajes. El abismo de la crisis creativa que se abre ante Guido Contini (Daniel Day-Lewis) ese autor mayor del séptimo arte cuya fe en su propio genio se tambalea a la hora de encarar el rodaje de su nuevo film y la variopinta tarantella de figuras femeninas del presente y del pasado que fluyen ante él en su tormento hacen posesión de la pantalla como un colosal festín para la vista, el oído y el intelecto, derivando en una extraordinaria orgía de emociones y reflexiones que tienen como fundamento la estéril autorealización de un talentoso hombre carente de la capacidad de amar. Fantasía y realidad más que darse la mano , se funden en una corriente de hallazgos plásticos que constituyen un todo fascinante y enriquecedor bajo el portentoso ojo avizor de Marshall. En “Nine” vuelve a darse, al igual que sucedía en “Chicago”, eso tan aventurado que es la composición maestra de cada número musical sin que por ello se resienta la continuidad de la acción dado que Rob Marshall traza el recorrido de su película en base a una gozosa montaña rusa de álgidos instantes y momentos de melancolía y tenso reposo, conjuntándolos entre sí con brillantez notoria y respetuoso aliento felliniano.

Coordinar la volcánica comicidad de Penélope Cruz (la amante), la acuosa aflicción de Marion Cotillard (la esposa), la afilada agudeza de Judi Dench (la confidente), el magnético exceso sexual de Fergie (el primer objeto de deseo), la juguetona picardía de Kate Hudson (la tentación), la magnética frialdad de Nicole Kidman (la musa), y la mayestática figura maternal de Sophia Loren (la madre) entre sí y con la atormentada pero muy comedida espiral interpretativa de la que tan airoso sale Daniel Day-Lewis, supone un ímprobo trabajo que el director de “Nine” aprueba con matrícula de honor. Es de justicia destacar asimismo la magnitud que tienen la fotografía del australiano Dion Beebe como en él es habitual (“Holy Smoke” (1999), “Chicago”, Oscar por “Memorias de una geisha”) y el abrumador montaje de Claire Simpson y Wyatt Smith.

En “My husband makes movies”, una de las dos canciones que Luisa Contini (Marion Cotillard) dedica a su marido en el film dice en una de sus estrofas: My husband makes movies-to make them he lives a kind of dream (Mi esposo hace películas, para ello vive una especie de sueño). Gracias a Rob Marshall todos podemos vivir sueños como “Nine” no deseando despertarnos hasta que haya realizado su siguiente obra.

lunes, 18 de enero de 2010

PRECIOUS: BASED ON THE NOVEL PUSH BY SAPPHIRE (2009)


PRECIOUS: BASED ON THE NOVEL PUSH BY SAPPHIRE (2009)

Dirección: Lee Daniels
Guión: Geoffrey Fletcher (basado en la novela “Push” de Sappphire)
Intérpretes: Gabourey Sidibe, Mo´Nique, Paula Patton, Lenny Kravitz, Mariah Carey
Fotografía: Andrew Dunn
Música: Mario Grigorov
Duración: 110 min.

No es frecuente señalar la obra literaria en la que se ha basado una película de un modo tan prolijo como tiene lugar en el extenso título original de “Precious...”. Siendo una producción de habla inglesa lo más lógico hubiera sido el uso del consabido genitivo sajón (“Sapphire´s Push”) o guardar la alusión a la novela para un destacado del cartel publicitario del film. Sin embargo, siendo conscientes de la trascendencia que dentro de la comunidad afroamericana tiene la figura de esta escritora y el eco que tuvo en los años 90 “Push”, quizás cobre un mayor sentido tamaño subrayado de estos orígenes literarios.

Sapphire, prestigiosa poeta afroamericana de vanguardia, dedicó varios años de su vida a enseñar a leer y a escribir a adolescentes y adultos del Harlem y el Bronx, actividad de cuyas experiencias “Push” constituye un diáfano reflejo. A esta realista oda al poder de la enseñanza y su inspiradora influencia en la superación personal de quien entra en contacto con la fuerza liberadora de la cultura quiso aunar la escritora una cruda denuncia de la horripilante travesía íntima que tiene que encarar toda víctima de abusos sexuales para salir a flote y llegar a rescatarse a sí misma. “Push” nos es narrada en primera persona por una de esas heroínas carismáticas e inolvidables que de vez en cuando florecen entre las páginas de un libro: Claireece Precious Jones, una adolescente analfabeta, explotada sexualmente por sus padres y sin un ápice de esperanza en el horizonte de su terrible existencia en el Harlmen de los ochenta, que hallará en unas clases de educación especial un sorprendente y fundamental asidero para emerger de su lóbrego día a día.

“Push” utiliza un lenguaje directo, brutal, cómplice, a ratos divertido, a ratos amargo porque así es el superviviente espíritu de Precious y, sobre todo, más allá de su clara intención de denuncia social, deja a salvo una esperanza en la vida en absoluto impostada por muy cruentas que hayan sido las heridas recibidas. Puestos en el brete de elegir una sola palabra para calificar la novela, esta sería indudablemente: inspiradora.

Apuntado todo lo anterior resulta sencillo resumir cuanto ofrece “Precious:...”: Justo lo contrario a lo que aporta aquella gema literaria, porque lo que ha hecho su director Lee Daniels (en cuyo bagaje profesional sólo contaba con la también fallida “Shadowboxer”) es el inigualable paradigma de lo que supone una errónea lectura cinematográfica del ideario emocional que insufla vida a una novela. La rebosante naturalidad que anega cada página escrita por Sapphire se ve prostituida en la película en base a un guión que se construye sobre la acumulación de momentos de disperso dramatismo sin apenas hilazón humana al que en nada ayuda la gruesa estética de video-clip de hip-hop conferida por Daniels a un film que resulta afectado hasta lo indecible. Nada queda en “Precious...” de esa entusiasta loa a la fuerza con que la alfabetización de unas mujeres marginadas es capaz de virar el sentido de sus vidas y la percepción que cada una de ellas tiene de sí misma. Sólo hallamos atisbos de las absorbentes personalidades principales de la historia gracias a las enormes interpretaciones de Gabourey Sidibe (Precious), Mo´Nique (su madre) y Paula Patton (su profesora) a pesar de que la artificiosidad que prima en cuanto las rodea reste complicidad al trabajo de la primera, lime innecesariamente la estremecedora brutalidad del rol de la segunda, y pase como de puntillas por la significación que, a todos los niveles, posee el personaje de la tercera dado que toda la parte educativa del film (y su variado catálogo de psicologías desarraigadas de la clase a la que acude Precious) se ve reducida a una mera sucesión de rápidos apuntes con los que justificar la evolución de la protagonista.

Al final de “Push”, su heroína dice con referencia a su hijo: “En su belleza, veo la mía.” Lástima que en “Precious...” únicamente se vislumbre una lejana belleza y se hunda en el fango de “lo que pudo haber sido y no fue”, ya que con ello se nos niega la oportunidad de vernos en cuanta hermosura cabe en el corazón de los excluídos.

sábado, 16 de enero de 2010

THE LOVELY BONES (2009)


THE LOVELY BONES (2009)

Dirección: Peter Jackson
Guión: Fran Walsh, Philippa Boyens & Peter Jackson (basado en la novela homónima de Alice Sebold)
Intérpretes: Saoirse Ronan, Stanley Tucci, Mark Wahlberg, Rachel Weisz
Fotografía: Andrew Lesnie
Música: Brian Eno
Duración: 135 min.


Mucho antes de que la trilogía de “El señor de los anillos” (2001-2003) le diera gloria universal, Peter Jackson ya había conmocionado a la crítica y a un selecto número de espectadores con una inolvidable joya de radical y tenebrosa belleza llamada “Criaturas celestiales” (1994) basada en los diarios íntimos de una adolescente que junto a una inseparable amiga acometió uno de los matricidios más célebres de la Nueva Zelanda de los años 50 (s.XX). “The lovely bones” guarda, en apariencia, muchos puntos en común con aquella maravillosa pieza de cámara que reveló mundialmente el inmenso talento de una jovencísima Kate Winslet: Aunque no se basa en hechos verídicos sino en “Desde mi cielo” una horrenda “novela basura” perpetrada por Alice Sebold, su esqueleto argumental sigue el asesinato de una niña a manos de un pedófilo y sus consecuencias, hecho trágicamente familiar en la crónica negra de cualquier país; por otro lado dado que la historia pone bajo observación los efectos terrenales de tan devastador crimen pero también los que vive la asesinada en un “más allá” paralelo a su entorno en la Tierra, no nos hallaríamos demasiado alejados de ese “Cuarto mundo” que las criaturas celestiales de aquel film crearon cimentado en sus más delirantes y vívidas fantasías. Nos encontramos, por tanto, frente a un material perfectamente maleable y adecuado para el desbordante genio visual de Peter Jackson, quien además colabora en el guión junto a Fran Walsh su talentosa esposa (ambos responsables de la escritura original de “Criaturas celestiales”) y también con Philippa Boyens, un trío de lujo de cuyas manos salió la ingente adaptación a la gran pantalla de la monumental “El señor de los anillos”.

Alfred Hitchcock decía que no había nada mejor que tomar una mala novela o un relato mediocre para edificar una película porque sólo podían mejorarse y la crítica nunca tendría unos baremos literarios elevados con los que atacar el resultado fílmico. Ciertamente el director neozelandés no podía haber contado con un material peor que el salido de las manos de Alice Sebold, sin embargo, y a pesar de los muchos hallazgos plásticos de la siempre fulgurante cámara de Jackson, en esta ocasión el inmundo componente original de la novela semeja lastrar todo el conjunto dando lugar a una obra mediocre que nunca termina de alzar el vuelo. Incluso las abundantes escenas oníricas de las que quizá se abusa en demasía, terminan por resultar más un ejercicio infográfico que va salpicando la película que un elemento integrado plenamente en el núcleo dramático de “The lovely bones”. Se perciben unas intenciones de reducir al máximo la moralina indigesta de Sebold así como la de conferir una honesta trascendencia al delicado tema de la “vida más allá de la vida”, pero la primera maniobra únicamente esquematiza en exceso a la mayoría de los personajes malogrando con ello los estupendos roles que hubieran tenido Raquel Weisz y Susan Sarandon como madre y abuela de la niña respectivamente y dejando sólamente espacio para el lucimiento de un gran Stanley Tucci como pedófilo y una notable Saoirse Ronan como asesinada. Por lo que respecta a la cuestión de ahondar púdicamente en el imaginativo universo visual de ese “más allá”, la impresión final que deviene de la esforzada labor de Peter Jackson es la de que los mimbres de filosofía barata de autoayuda utilizados por Alice Sebold siguen vertebrando y pesando abundantemente en la acción por mucho derroche plástico con el que se intente ocultarla y por veces, depurarla.

Teóricamente la protagonista de “The lovely bones” se encuentra en un lugar indeterminado, entre el cielo y la Tierra. En un terreno semejante queda atascado este film menor que no alcanza ni el lirismo deseado ni el dramatismo lógico derivados de su argumento. Sigamos confiando, no obstante, en Peter Jackson. El cielo de la maestría puede esperar y él volverá a alcanzarlo.

jueves, 14 de enero de 2010

SHERLOCK HOLMES (2009)

SHERLOCK HOLMES (2009)

Dirección: Guy Ritchie
Guión: Michael Robert Johnson, Anthony Peckham, Simon Kinberg con argumento de Lionel Wigram y Michael R. Johnson, basados en los personajes de Sherlock Holmes y el Dr. Watson creados por Sir Arthur Conan Doyle.
Intérpretes: Robert Downey Jr., Jude Law, Rachel McAdams, Mark Strong.
Fotografía: Philippe Rousselot
Música: Hans Zimmer
Duración: 128 min.


Realizar una autopsia crítica de un film tan burdo y desproporcionado como “Sherlock Holmes” es tarea tan fácil como enojosa. El simple hecho de que en un guión de sus características hayan colaborado nada menos que tres guionistas sería por sí mismo motivo de mofa suficiente (si dejamos a un lado el insulto que representa hacia el universo literario creado en los últimos estertores del s. XIX por Sir Arthur Conan Doyle) sin que fuera necesario añadirle la absurda dinámica visual de cómic con la que Guy Ritchie sazona la dirección de esta pretendida “reinvención” de los icónicos personajes del detective Sherlock Holmes y de su fiel compañero de misterios, el Dr. Watson.

El sobrevalorado responsable de “Cerdos y diamantes” (2000) lleva muy a gala haber modernizado las (para él) anticuadas historias del escritor inglés (de las que además de jacta haber sido voraz lector) arrogándose la figura de reinventor de la tradición detectivesca victoriana. Para ello ha optado por desperdiciar una buena ambientación de la época y otros elementos artísticos de primer orden en pos de un estilo cinematográfico deudor de algunas desafortunadas y muy cansinas adaptaciones de cómics llevadas en los últimos tiempos a la gran pantalla, mimetizando por otra parte el “look “Matrix”” en las escenas de lucha, algo copiado ya hasta la saciedad en el cine reciente. A Guy “sobradamente pagado de sí mismo” Ritchie poco le importa, por otra parte, el conferirle más entidad a unos personajes paupérricamente dibujados por el espantoso guión del film el cual convierte a Holmes en el máximo bufón de Londres (aunque experto, eso sí, en lucha libre) y a Watson en un pueril pistolero henchido de flema británica. Para su director, “Sherlock Holmes” representa una mera oportunidad de mover la cámara sin ton ni son y hacer el más difícil todavía de convertir cada secuencia en una pieza todavía más ridícula que la anterior. Visionando las absurdas viñetas que Guy Ritchie ha puesto en imágenes con la desvergonzada disculpa de acercar al prototípico héroe de Conan Doyle a las nuevas generaciones, el espectador avezado (o simplemente alguien con memoria y buen gusto) no puede dejar de añorar el maravilloso (y mucho más moderno en intención y resultado) acercamiento al mismo que hizo el maestro Billy Wilder en la nunca suficientemente valorada y ensalzada “La vida privada de Sherlock Holmes” (1970), o rememorar la interesante y muy oscura “Asesinato por decreto” (1979) de Bob Clark.

En el apartado interpretativo baste con apuntar que el antaño estupendo Robert Downey Jr. en la piel de Holmes hace de la sobreactuación su único y desinteresado aporte a un rol insalvable tal cual está escrito pero al que al menos podría haberle dado algo de dignidad si el actor estuviera mínimamente interesado en hacer tamaño esfuerzo. Jude Law por el contrario aporta mucho del espíritu del Dr. Watson literario yendo un poco más allá de las costuras del artificioso personaje que el guión presenta del médico y deja patente una muy agradecida honorabilidad actoral.

El resumen forense que el Dr. Watson podría hacer de este “Sherlock Holmes” podría ser: “Patético ejemplo de un tipo de cine actual que enarbolando la bandera de la modernidad sólo es desatino trasnochado.”....Elemental, querido Watson.

I SEE YOU (AVATAR THEME SONG)

Siguiendo la estela de "Titanic", su anterior megahit, James Cameron ha permitido (en esta ocasión sin un ápice de la resistencia que opuso al ya mítico "My heart will go on") la inclusión de una balada de espíritu tan pretencioso y de aires "new age" como el film al que sirve de perfecto guante musical en sus créditos finales. James Horner (artífice de toda la banda sonora de esta "película-revolución" de la década en su tercera colaboración con Cameron, tras "Aliens" (1986) y "Titanic" (1997)) junto a Simon Franglen como letrista son los responsables de este premiabilísimo "I see you", tema-colofón de "Avatar" (2009) cantado por Leona Lewis, de mensaje tan hueco como el del film al que sirve de tal.

miércoles, 13 de enero de 2010

THE BLIND SIDE (2009)


THE BLIND SIDE (2009)

Dirección: John Lee Hancock
Guión: John Lee Hancock (basado en la novela “The blind side: Evolution of a Game de Michael Lewis)
Intérpretes: Sandra Bullock, Quinton Aaron, Tim McGraw, Jae Head, Kathy Bates
Fotografía: Alar Kivilo
Música: Carter Burwell
Duración: 128 min.


Cuando un film arrastra consigo el marchamo de: “Basada / inspirada en hechos reales” y encima tiene nacionalidad estadounidense, el riesgo de hallarnos ante un producto pobre y facilón en contenido y forma es muy elevado. Si, además, las intenciones de dicho producto son ejemplarizantes, el peligro de encontrarnos con un indigesto desfile de tópicos dramáticos sin orden ni concierto es aún mayor. Habitualmente, a una película que responde a semejante zafia elementalidad se le cuelga injustamente la etiqueta de “telefilm” cuando en realidad esa grosera simpleza no es patrimonio del medio televisivo. No en vano desde hace algunas décadas muchos de los guiones que se hacen para ese medio rozan la excelencia y la factura con la que mayoritariamente se cuidan sus conversiones en imágenes poseen un nivel de calidad mayúsculo. Es cierto que la televisión se ha nutrido y se nutre en demasía de obras de calidad ínfima abocadas a un público poco exigente que sólo piden disfrutar de emociones básicas y saciar un cierto morbo consumiendo trágicas historias de superación personal a la hora de la sobremesa, pero éso sería tomar la parte por el todo y obviar la altura a la que brilla mucha de la ficción televisiva actual.

“The blind side” desarrolla a lo largo de sus dos horas de metraje todos y cada uno de los tópicos que encierra la dramatización de “una historia real”, en este caso la de Michael Oher (Quinton Aaron) famoso defensa afroamericano de fútbol americano rescatado (y posteriormente adoptado) de su desesperanzador entorno social en su adolescencia por los Touhys una acomodada familia de bienpensantes republicanos quienes con su ayuda y apoyo, afectivo y económico, abrirán nuevos horizontes en su vida (entre ellos los del deporte y el de la universidad). Este resumen argumental, aunado al hecho de que la cabecera de cartel del film es Sandra Bullock (una de las más irritantes “reinas de la comedia” salida de la factoría hollywoodiense), es para echarse a temblar y a nadie puede culparse si el recelo y los prejuicios pesan más y ganan la partida en el ánimo del público en el momento de decidirse a ver o no la película. Sin embargo, hete aquí sorpresa entre las sorpresas, “The blind side” hace de sí misma un monumento a cómo lo trillado y lo previsible de una edificante fábula del soñado “american way of life” puede convertirse en un puntillista cuadro cinematográfico cuajado de inteligencia, sensibilidad y buen gusto. Máximos responsables de este insólito resultado son: John Lee Hancock, su director y guionista, y un repertorio de buenas interpretaciones capitaneado por una asombrosa y magnífica Sandra Bullock. La escritura de “The blind side” y la planificación visual que de ella hace John Lee Hancock es de una pudorosa contención dignas de los más encencidos elogios. La sagacidad que exhibe al trenzar cada tópico inherente al esquema argumental del film sin tomar jamás el derrotero de lo lo enfático, resulta notabilisíma. Habilidad que demuestra por ejemplo al rematar en plano general o medio algunas de las secuencias más emotivas de la película o sencillamente cortando en el momento justo aquellos momentos aventuradamente cercanos a lo lacrimógeno. Una acabada muestra de lo apuntado lo constituye el último abrazo que en el film se dan Quinton Aaron y Sandra Bullock del que nos roba el contraplano de esta última dado que el espectador adivina perfectamente la emoción que debe embargar el rostro de Bullock sin necesidad de John Lee Hancock se recree en ella.

El trabajo de Sandra Bullock en “The blind side” merece párrafo aparte porque, aunque ya había apuntado un prometedor registro dramático en títulos como “En el amor y en la guerra” (1996), “Crash” (2004) o “Infamous” (2006), el grueso de su carrera como actriz cómica está plagada no sólo de títulos mediocres sino sobre todo de interpretaciones sonrojantes cuando no ridículas. La composición que hace de la oxigenada matriarca republicana sureña de clase alta cuyos temperamento y modos de acero enmascaran la hondura de una bondad absolutamente innata, destila una autoridad actoral de proporciones gigantescas. La intérprete se aleja de cualquier tentativa de caricaturización del personaje al igual que frena toda posibilidad de dulcificarlo y se entrega con maestra eficiencia y mucho corazón al que indudablemente será recordado como el rol más importante de su filmografía.

Gracias a “The blind side” descubrimos que aún en el seno de los tópicos y de las denominadas peyorativamente “historias humanas” puede existir un ángulo muerto (o blind side) por el que les es dado colarse inspiradoras piezas de buen cine para albergar en el recuerdo.